Para Vigotsky (1982) (Talizina,
1988), la actividad humana es el proceso que media la relación entre el ser
humano (sujeto) y aquella parte de la realidad que será transformada por él
(objeto de transformación). Dicha relación es dialéctica, el sujeto resulta
también transformado, porque se originan cambios en su psiquis por medio de
signos que, como el lenguaje, sirven de instrumentos.
La actividad psíquica (interna)
y la práctica (externa) no son dos cosas diferentes, sino dos formas de un todo
único: la actividad. La unidad entre ambas formas revela la indivisibilidad de
la vida íntegra del hombre, que se manifiesta en dos formas, la material y la
ideal.
La Teoría de la
Actividad de A.N. Leontiev (1981) permite realizar un análisis integral de la
actividad humana, delimitando la estructura de la misma, es decir, sus
componentes principales y las relaciones funcionales que entre ellos se
producen, así como su desarrollo. La actividad se concibe como un sistema de
acciones y operaciones que realiza
el sujeto sobre el objeto, en interrelación con otros
sujetos.
En cualquier actividad humana,
el sujeto actúa sobre el objeto impulsado por sus motivos,
por las necesidades, internas y externas, que surgen en él para alcanzar su objetivo:
la representación que ha imaginado del producto a lograr.
Antes de la ejecución de la
actividad en el plano práctico el sujeto elabora su base de orientación
conformada por la imagen, el conocimiento previo sobre la propia actividad,
sobre el objeto, los procedimientos y los medios que ha de emplear, las
condiciones en que se debe realizar y el producto a lograr.
Para la realización de su actividad el sujeto utiliza
determinados procedimientos, es decir, sistemas de acciones y
operaciones que dependen del propio sujeto, de las características del objeto,
de los medios de que disponga, y de las condiciones.
Los medios son los instrumentos materiales,
informativos, lingüísticos y psicológicos que posee el sujeto y que emplea en
la transformación del objeto.
Las condiciones son el conjunto de situaciones
de naturaleza ambiental, psicológica y social en que se efectúa la actividad.
Los productos son los
resultados logrados mediante la actividad. Se distinguen las transformaciones
en el objeto, el sujeto, los medios, los procedimientos y las condiciones.
Los objetivos son la parte
rectora de este sistema pues ellos relacionan entre sí a los componentes de la
actividad y le dan a la misma una dirección determinada hacia el resultado
final.
El progreso de la actividad humana puede ser descrito
mediante los cuatro momentos principales en que transcurre la misma:
orientación, ejecución, control y corrección.
La orientación del sujeto en la situación que
enfrenta con relación al objeto, está basada en los esquemas referenciales de
que dispone e incluye la planificación de las futuras acciones. La ejecución consiste en la
realización práctica de las acciones. El control tiene dos vertientes:
la regulación sistemática que se efectúa
durante los dos primeros momentos de la actividad y la comprobación final de lo
logrado durante la actividad, que se consuma contrastando el producto alcanzado
con el objetivo de la actividad. La corrección es el momento
correspondiente a la toma de decisiones que permita realizar nuevamente la
actividad de una forma cualitativamente superior.
Esta representación de la actividad humana puede
servir de modelo teórico para el análisis sistémico estructural y funcional de
la actividad directiva del
profesor. Es conveniente señalar que en
la perspectiva psicopedagógica de L.S. Vigotsky y seguidores que asumimos en este
trabajo, el aprendizaje es el producto de un proceso de enseñanza que tiene
lugar en un contexto social determinado, por lo que el sujeto que aprende está
en indisoluble unidad y en constante
interacción y comunicación con el sujeto que enseña; en cuya relación
pueden producirse entre ellos intercambios
de papeles (González, 1994; 1995).
El
profesor, el sujeto que enseña, tiene a su cargo la dirección del
proceso de enseñanza aprendizaje, en tanto debe planificar, organizar, regular,
controlar y corregir el aprendizaje del alumno y su propia actividad (Tristá, 1985; Reyes, 1999). El profesor debe
estar en constante interacción y comunicación con sus alumnos, con sus colegas
y con el resto de la comunidad de la institución donde labora. Se debe concebir
como una personalidad integra, relacionada con el contexto social en que se desempeña
como tal.
Lo que diferencia al proceso de enseñanza aprendizaje de
otros procesos, su peculiaridad, es que lo que se transforma no es un objeto
material inanimado, sino un ser humano, una persona que se modifica a sí misma
con la ayuda de otras personas más capaces, especialmente con la guía,
orientación y mediación del profesor. Es por ello que el objeto de la
actividad del profesor no es exactamente el alumno, sino la dirección de su
aprendizaje; pero para que dicha dirección sea eficiente, el profesor debe
concebir al alumno como una personalidad plena que con su ayuda construye y
reconstruye sus conocimientos, habilidades, hábitos, afectos, actitudes, formas
de comportamiento y sus valores, en constante interacción con el medio socio
cultural donde se desenvuelve (González, 1996).
Los motivos que mueven al profesor a desarrollar
su actividad pueden ser de diversa índole y son también de extraordinaria
importancia. Cuando el profesor ama la labor que desempeña, siente la necesidad
interna de elevar la efectividad del proceso de enseñanza aprendizaje, de
motivar a sus alumnos por el aprendizaje de la materia que imparte y, al
unísono, de contribuir al crecimiento personal de cada uno de ellos. Sin
embargo, si los motivos son extrínsecos, ajenos a la esencia del proceso que
dirige, con frecuencia el profesor limita su labor fundamentalmente a la simple
transmisión de los contenidos de la materia, estableciendo el “facilismo
pedagógico”. Las
insuficiencias en la personalidad del estudiante en gran medida están
condicionadas dicho "facilismo pedagógico", que consiste en una
disminución de las exigencias docentes, como la selección de tareas o
ejercicios tipos que no requieren estrategias intelectuales complejas; dar al
alumno facilidades adicionales excesivas para que apruebe las materias; la
enseñanza que sólo persigue la reproducción de los contenidos por el alumno,
que no le plantea situaciones que hagan necesaria su iniciativa y creatividad.
Estas cuestiones alientan el facilismo en el aprendizaje, generando en el
estudiante un rechazo hacia todo aquello que entraña dificultad y esfuerzo, por
lo que a su vez atentan contra el desarrollo de sus cualidades volitivas y de
valores, tales como el sentido de la responsabilidad, la perseverancia y la
tenacidad ante las tareas (González, 1995).
Los objetivos de la enseñanza deben estar en
correspondencia con los objetivos de aprendizaje, es decir, con las finalidades
que pretenden lograr los estudiantes; así como con la demanda social. Los
objetivos llegan a constituir verdaderamente el elemento rector del proceso de
enseñanza aprendizaje, cuando tanto los alumnos como los profesores los asumen
conscientemente como suyos.
La base de orientación del profesor comprende su
preparación en los contenidos de la materia que imparte y en la teoría y la
práctica pedagógica; su conocimiento psicopedagógico sobre las características
generales del sujeto a la edad correspondiente a su grupo de alumnos; su conocimiento previo no
estereotipado sobre las peculiaridades de dicho grupo y las características
personales de cada uno de sus integrantes, especialmente acerca del nivel de
desarrollo que poseen los alumnos al inicio del proceso. Todo lo anterior, así
como la conciencia de los objetivos a lograr y de las condiciones ambientales,
psicológicas y sociales en que tendrá lugar el proceso de enseñanza
aprendizaje, le permitirán seleccionar los procedimientos, las tareas y los medios más apropiados para alcanzar la
efectividad del proceso que dirige.
Los procedimientos de la enseñanza son los
métodos, técnicas y estrategias pedagógicas que planifica, organiza e introduce
el profesor en el proceso para propiciar el aprendizaje de sus alumnos,
regularlo y corregirlo. Deben estar en correspondencia con los contenidos, la
actividad del alumno, los medios disponibles, y las condiciones en que se
verifica el aprendizaje. Aunque los
procedimientos utilizados en el aprendizaje dependen de las características del
alumno, estos generalmente asumen en la actividad docente que se desarrolla en
el salón de clases los propuestos por el profesor.
Los medios pedagógicos son los recursos
materiales, informativos, lingüísticos y psicológicos que emplea el profesor
para facilitar una comunicación educativa eficaz con sus alumnos y, con ello,
el proceso de interiorización de los contenidos de un plano social a un plano
individual.
Las
condiciones que tiene lugar la enseñanza están en íntima relación con las
del aprendizaje, con la salvedad de que la primera ocurre fundamentalmente en
el espacio físico y social de una institución educativa, mientras que el
aprendizaje trasciende los marcos de la misma. Para el logro de un buen nivel
de calidad del proceso de enseñanza aprendizaje el profesor debe procurar que
el mismo se desarrolle en condiciones ambientales adecuadas y debe orientar a
sus alumnos en este sentido para la realización del estudio individual o
colectivo fuera de los marcos de la escuela. La creación de un clima
psicológico favorable es también responsabilidad del profesor, especialmente
estimulando la seguridad de los estudiantes en sí mismos, la autoestima y el
sentido de pertenencia al grupo. Para ello, las condiciones sociales en que
tiene lugar el proceso son de suma importancia, en tanto que la conjugación
apropiada del trabajo individual y en grupos facilita la interiorización por el
alumno de los contenidos específicos y no específicos.
Los
productos del proceso de enseñanza aprendizaje son las transformaciones
logradas tanto en la personalidad del estudiante y en la actividad del
profesor, como en el proceso mismo.
La
actividad del profesor, como cualquier otra actividad humana,
puede ser descrita a través de cuatro momentos fundamentales: orientación,
ejecución, control y corrección.
La
orientación
del profesor para el futuro desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje
comienza con la elaboración de la base orientadora de su actividad y de la
actividad del alumno, que le permita planificar y organizar las acciones
que ambos deberán ejecutar.
Según
la teoría de la dirección, la planificación consiste en la determinación de una
situación ideal o deseada que orienta el trabajo de una institución, un
colectivo o una persona en un período dado. En este sentido, la planificación
del proceso de enseñanza aprendizaje debe contemplar la delimitación de los
objetivos, la selección y estructuración de los contenidos, las tareas del
estudiante, los recursos pedagógicos, los procedimientos necesarios y las
formas de control para asegurar el cumplimiento de los objetivos.
La
organización del proceso de enseñanza aprendizaje debe comprender la
organización espacio temporal, la organización del trabajo y la organización de
su dirección. La primera se refiere a la partición del proceso en subprocesos,
por ejemplo, la división de una asignatura en temas o unidades, y éstos en
actividades docentes, considerando la carga horaria de cada uno de ellos y la
elaboración de los horarios de clases. La segunda trata de la distribución más
conveniente del trabajo de los alumnos y del establecimiento de las medidas
para asegurar la eficaz interacción entre ellos; así como la creación de
condiciones ambientales, psicológicas y sociales adecuadas para el buen
desenvolvimiento del proceso. La tercera consiste en la creación de la red de
relaciones entre los profesores y, entre estos, y los estudiantes (Tristá,
1985).
El
momento de orientación en la actividad del profesor según la teoría de
la actividad, momento para la planificación y organización de acuerdo con la
teoría de la dirección, se corresponde con el primer momento del procedimiento
básico de la gestión de la calidad total, la planeación, del denominado Ciclo
de Deming o de mejoramiento continuo: Planear, hacer, verificar y actuar.
La
planeación es entonces un momento imprescindible para el logro de una educación
de calidad. Planear, desde esta perspectiva, significa establecer qué debe
hacerse durante el proceso de enseñanza aprendizaje, cómo debe éste
desarrollarse, mediante qué acciones concretas y sus responsables, atendiendo a
las metas y a la misión de la institución educativa, es decir, a las
necesidades del alumno, de la familia del alumno, del proceso educativo que
recibirá al alumno en un siguiente nivel escolar y de la sociedad en general
(Reyes, 1999).
Durante
la ejecución, la tarea del profesor es la de llevar a cabo lo
planificado y organizado en el momento de la orientación, de manera flexible y en
acción mancomunada con sus alumnos. En este momento, su función principal es
la regulación basada en el control sistemático del proceso en su totalidad,
es decir, tanto del aprendizaje del alumno como de su propia actividad.
En
la teoría de la dirección, la regulación es una fase necesaria debido a que los
sistemas de dirección se encuentran bajo el efecto de dos tendencias
contradictorias: la tendencia a la organización por la acción del sujeto de la
dirección y la tendencia a la desorganización, condicionada principalmente por
factores exteriores. Dados los constantes efectos perturbadores sobre el
sistema, la misión del sujeto de la dirección (profesor) consiste en valerse de
la regulación para asegurar la adaptación de las influencias externas, es decir,
la asimilación de éstas dentro del marco de la organización vigente. De esa
manera, a través de la regulación se mantiene el funcionamiento normal del
objeto de dirección (el alumno) en el sentido de cumplir con los objetivos
establecidos.
De
acuerdo con el ciclo de Deming de la calidad total, este es el momento de
hacer, de llevar a cabo lo planeado. En este momento es de suma importancia
la persistencia en el propósito, ya que la actitud de las personas que
participen en el proceso es el factor más importante en la calidad del mismo.
Por ello, en esta etapa la comunicación educativa juega un papel preponderante,
porque permite crear una red de relaciones interpersonales afectivas que
facilitan el compromiso de los participantes con el logro de lo planificado
(Reyes, 1999).
Por
lo antes expresado, esta etapa es la que toma mayor importancia el estilo de
dirección del profesor, ya que él es el líder que dirige el proceso de
enseñanza aprendizaje. De su estilo dependen en gran medida las características
de la actividad docente, el aprendizaje de los alumnos; así como el sistema de
interacción que se produce en dicho proceso. En ese sentido es importante que
el profesor mantenga una actitud positiva hacia los estudiantes y la capacidad
de comprensión del otro, para lo que debe plantearse una estrategia y una
táctica de comunicación en el salón de clases (Díaz, 1997), que le permita
asumir un estilo de dirección democrático y comunicativo (Ojalvo, 1999),
caracterizado por:
·
Tener en cuenta las particularidades individuales, la experiencia personal, las
necesidades y la actividad del alumno.
·
Trabajar con el grupo como un todo, sin abandonar el enfoque personal en el
tratamiento de los estudiantes.
·
No ser estereotipado ni en la conducta, ni en los juicios.
·
No ser selectivo en los contactos, ni subjetivo en las valoraciones.
·
No ser agresivo en las relaciones.
·
Estimular la participación activa de los estudiantes en la manifestación de
criterios tanto de temas docentes como de otra índole.
·
Preocuparse por los problemas y dificultades de los estudiantes, tanto en el
área docente como en lo personal y familiar.
·
Ser sensible y tener tacto en el trato.
·
Destacar más los logros que las insuficiencias.
·
Encaminar su actividad a la formación integral de la personalidad del alumno.
Una
metodología de enseñanza deficiente
seguida por el profesor no sólo es producto de una deficiente formación
pedagógica, ya que existen profesores sin preparación pedagógica que con su
entusiasmo logran contagiar a sus alumnos con el amor a su disciplina,
encontrando maneras propias de comunicar y enseñar. La metodología seguida por
el profesor refleja sobretodo una “mentalidad”, un sistema de creencias y
valores, una “cosmovisión”, integrada por el concepto que se tiene del hombre y
de su capacidad de crecimiento; así como por el concepto que se tiene de la
sociedad y de la necesidad o no de su transformación (Díaz, 1997).
El
control final del proceso de enseñanza aprendizaje consiste en la
comprobación de la calidad del aprendizaje lograda por el alumno, contrastando
lo alcanzado con los objetivos que se perseguían, a la vez que se comprueba la
acción educativa del profesor.
En
la teoría de la dirección, controlar es comparar el comportamiento real con el
previsto y realizar las acciones pertinentes para garantizar el logro de los
objetivos. El control cumple dos importantes funciones: En primer lugar revela
la efectividad del trabajo realizado durante la planificación, la organización
y la regulación, con lo que permite corregir las decisiones erróneas, total o
parcialmente, que se hayan tomado en este sentido y, en segundo lugar,
posibilita responder a tiempo y con eficacia a las desviaciones sufridas en el
cumplimiento de los objetivos.
Se
denomina control interno al que ejerce el propio profesor sobre el proceso de
enseñanza aprendizaje que lleva a cabo. En este caso el control se expresa como
el control sobre el aprendizaje de los alumnos y como autocontrol del profesor
sobre su propia actividad. El control externo es el que realizan agentes
externos al profesor y debe contener todos aquellos aspectos que reflejan de
una u otra forma, la efectividad del proceso de enseñanza aprendizaje. Tanto el
control sistemático como el final deben servir de base para la evaluación.
De
acuerdo con el ciclo de Deming esta es la etapa de la verificación, de
identificar y de comprender las diferencias entre los resultados logrados y los
esperados. En otras palabras, este es el momento de constatar el nivel de
calidad alcanzado durante el proceso de enseñanza aprendizaje.
La
calidad de la educación está determinada por el conjunto de relaciones de
coherencia entre aspectos tales como: las demandas de la sociedad; los
objetivos de la educación; la entrada al sistema; el proceso de enseñanza
aprendizaje y el producto obtenido.
El
concepto de calidad de la educación incluye varias dimensiones: la
eficacia, la relevancia, la equidad y la eficiencia (Organización de
Estados Iberoamericanos, 2000).
La
eficacia presupone que una educación de calidad es la que logra que los
alumnos verdaderamente aprendan aquello que se supone deban aprender, es decir,
lo que está establecido en los planes y programas de estudio, después de un
determinado ciclo educativo. Esta primera dimensión se refiere a la calidad del
aprendizaje y, en nuestra opinión, depende de la calidad con la que el profesor
haya planificado, organizado, ejecutado y regulado el proceso de enseñanza aprendizaje.
La
educación es relevante cuando los contenidos responden a las necesidades
del alumno para desarrollarse como persona, intelectual, afectiva, moral y
físicamente; así como para desempeñarse en la sociedad en que vive. La
relevancia se refiere entonces al nivel de correspondencia de los contenidos
con los objetivos educativos, en la medida que éstos orienten la selección de
contenidos que contribuyan a la preparación de los alumnos para su desempeño en
todos los ordenes de la vida en un contexto socio cultural determinado, la
educación será más relevante.
La
equidad consiste en dar más apoyo a aquellos alumnos que más lo
necesiten, a partir del reconocimiento de que al sistema educativo acceden
diferentes tipos de alumnos con diferentes puntos de partida. La equidad se
verá reflejada en la eficacia.
La
eficiencia se refiere a que un sistema educativo será más eficiente en
la medida en que con menos recursos consiga resultados similares a los de otro
sistema que posee más recursos.
La
corrección final, es el momento de reflexión y de toma de decisiones
sobre proceso de enseñanza aprendizaje que ha finalizado. En este momento el
profesor adopta las acciones correctoras necesarias para eliminar los
comportamientos indeseados y que han limitado el cumplimiento de los objetivos
trazados.
Para
desarrollar su actividad con calidad a los profesores les concierne también el
imperativo de actualizar sus conocimientos y competencias a lo largo de la
vida. Deben perfeccionar su arte y aprovechar las experiencias realizadas en
las distintas esferas de la vida económica, social y cultural; así como
trabajar en equipo a fin de adaptar la educación a las características
particulares de los grupos de alumnos (Delors, 1997).
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